La imagen del peregrino va tradicionalmente acompañada por un bastón (al que también se le llama bordón).
En esta pintura del artista alemán, Caspar David Friedrich, titulada, 'El caminante sobre el mar de nubes,' vemos a un hombre de espaldas que viste botas altas e indumentaria de viajero y que ha llegado a lo alto de una montaña, ahí se detiene a contemplar el paisaje sobre un mar de nubes y sumergido en el mar de sus pensamientos.
Adelanta una pierna y se apoya en el bordón que sostiene su mano derecha; un bastón que lo ha acompañado en su recorrido, en el ha apoyado sus pasos, lo ha llevado en la mano durante el camino y que ha atestiguado calladamente el esfuerzo que ha llevado al caminante hasta la cima de una montaña más alta que las nubes mismas.
Esta pintura de 1818 es la imagen del Romanticismo por excelencia, un movimiento que daba prioridad a los sentimientos, a diferencia de la Ilustración que ponía su atención en un interés intelectual.
Friedrich se sentía atraído por la idea de experimentar la naturaleza en lugares aislados y naturalmente espectaculares, interés que deja plasmado en muchos de sus lienzos.
Esta idea no es exclusiva de Friedrich, desde hace miles de años el hombre busca lugares aislados para encontrar comunicación con lo divino. Estos sitios apartados del mundo suelen ser de difícil acceso, en el desierto, en islas lejanas o en montañas altas.
Para andar esos senderos inexistentes y poder llegar a tan remotos lugares, lo mismo, viajeros, caminantes, hermitaños y anacoretas se han valido de un bastón.
La imagen de peregrino del apóstol Santiago siempre lleva un bastón, y yo he encontrado, en mi experiencia haciendo El Camino, que este instrumento es una gran compañía.
Nos servirá de apoyo a lo largo del Camino de Santiago. Nos ayudará a conquistar montañas que se abren a verdes valles donde el silencio solo se interrumpe por el soplido del viento.
En estos sitios apartados es fácil comprender que sea en sitios así donde tantos hombres hayan buscado a Dios y el corazón del peregrino se alegra ante la recompensa que brindan estos espectáculos naturales al esfuerzo de llegar a ellos.
Entonces uno hace exactamente lo que el viajero en esta pintura: le da la cara al maravilloso paisaje, se pierde en el mar de sus pensamientos, adopta una posición contemplativa y se apoya una vez mas en su bastón, pero esta vez no busca ayuda para avanzar o dar pasos, sino simplemente para conectar con lo divino.