Para hacer El Camino no se necesita mucho. De hecho, si nos ponemos a pensar, lo cierto es que ha habido miles y miles de peregrinos que han enfrentado los retos del camino desde tiempos inmemorables sin tener zapatos especiales, ni mochilas ergonómicas y en lugar de bastones de senderismo llevaban bordones.
Cuando yo hice El Camino, hace unos meses, Mariana llevaba una bolsa con 15 pares de calcetines, unos para ella y otros para mi. Conociéndome como me conoce, Mariana sabía que yo, desde luego, llevaría mis calcetines de algodón de toda la vida. ¿Qué hubiera sido de mí sin la sabiduría de Mariana? Esos calcetines me salvaron la vida.
Entre lo mucho que aprendí en El Camino, aprendí que un buen calcetín hace toda la diferencia, pero sobre todo aprendí que si te vas a equivocar en las decisiones que tomes respecto a tu equipo, no te dejes el lujo de equivocarte en cuanto a tu compañero del camino.
Lo cierto es que yo no preparé a consciencia mi equipo, de hecho no sabía ni que zapatos iba a usar. Mariana, por su parte, sabía perfectamente qué zapatos íbamos a usar cada una, que calceltines y a dónde debíamos ir a comprar lo que nos faltara.
Lo que yo sabía muy bien era qué fachadas no nos podíamos perder y cuál era la historia del camino... como siempre, Mariana resultó más útil que yo.
Mi acierto estuvo en ir con ella a hacer El Camino y creo que en general, en eso me he equivocado poco a lo largo de mis años, he logrado ir haciendo El Camino con la mejor compañía.