El Camino de Santiago es una historia de muchos pasos. Los hay firmes y entre bosques, alegres y bajo cielos azules, pasos ligeros y acompañados, pero también hay pasos inciertos y en soledad, pasos bajo la lluvia y sin sol, pasos que se dan cuando la mochila es pesada y el cansancio nos invade. Todos estos pasos tan poéticos van a ir irremediablemente abrazados de algo tan ordinario como unos zapatos, vulgares testigos silenciosos de nuestro esfuerzo.
Vincent van Gogh pinta 'Los Zapatos' en 1886. Es una obra temprana en su carrera, cuando llega a vivir al departamento de Theo su hermano en Paris.
Vincent es una persona muy espiritual y ambiciona la trascendencia, viene de intentar ser pastor de su iglesia, empresa en la que fracasa y al llegar a Paris comienza a concentrarse más y más en su pintura y pinta estos zapatos.
El filósofo alemán, Martin Heidegger, encontró en esta obra una inagotable fuente de inspiración para hablar sobre
la verdad, en específico, sobre la verdad de lo material y nuestro tránsito por la vida, en cuanto a como experimentamos lo físico, lo tangible de todo aquello que nos rodea.
La obra se aleja de los clásicos temas espirituales donde la historia del arte ha buscado encontrar ideas profundas como la Verdad y la Belleza.
En "Los Zapatos," van Gogh rechaza este acercamiento y provoca reflexiones en valores como el esfuerzo, el trabajo, el desgaste que deja el camino recorrido y que se refleja en unas botas de trabajo usadas. Botas que han dejado sus mejores días en los campos de siembra, zapatos que han perdido su brillo con el polvo de los caminos.
Al igual que miles de artistas anteriores a él, van Gogh busca hablar de ideas abstractas e ideales, pero lo hace de manera distinta. Para filosofar sobre estos temas, el artista utiliza objetos mundanos que tienen que ver con su día a día, que son de uso corriente e inevitablemente necesarios y que quizá precisamente por eso, mas que ninguna otra imagen, como sería una pintura religiosa, nos deben de llevar a trascender.
Van Gogh se aleja del neoplatonismo que ha dominado el que hacer artístico y ha usado el arte como vehículo para llegar a ideas trascendentales como, Dios, la Verdad, la Belleza, para dirigir en vez sus esfuerzos a algo tan prosaico como unos zapatos de trabajo, sucios, viejos y usados.
Y es que a Compostela no se llega con zapatos nuevos, el barro de los caminos ensuciará nuestras botas, los charcos enlodaran sus suelas e iremos desgastando nuestros zapatos con cada paso dado entre eucaliptos y abedules.
Vincent, quien ya para 1886 había caminado, literal y metafóricamente, tantos senderos, dejó plasmado en este lienzo ideas como nuestra dependencia por lo material, algo que se hace tan evidente en El Camino de Santiago ante la necesidad de un buen zapato, y nos hace reflexionar en nuestra condición humana que nos obliga a utilizar objetos mundanos para lograr nuestro anhelo de trascender.
Porque al final de día lo cierto es que para llegar a Santiago necesitaremos unos buenos zapatos.