El pie,
última parte de la extremidad inferior del hombre, que asienta en el suelo y le sirve para sostenerse y andar, reza el diccionario.
En esta empresa de hacer El Camino de Santiago, los pies serán los grandes protagonistas de nuestra historia. Ellos serán los encargados de dar cada paso que nos acerque a Compostela. Lo cual me da pie, nunca antes mejor dicho, para hablar de los pies en la historia del arte.
A lo largo del interés del hombre por plasmar, en imagen o escultura, el mundo en el que vivimos ha habido distintas formas de representar lo pies. Una de ellas ha sido el famoso pie griego que se caracteriza por tener el segundo dedo más largo que el primero y, aunque algunas veces es de igual tamaño que el tercero, es siempre mas largo que el cuarto y el quinto.
Sólo el 22% de la población mundial presenta esta particularidad, sin embargo, esta forma de representar el pie es la mas usada tanto en la escultura como en la pintura, a lo largo de todos los siglos y por la mayoría de los artistas, seguramente porque así les parecía a los griegos que debía ser un pie bello y perfecto.
Consecuentemente, así decidió esculpir el artista este famoso pie de Constantino de más de dos metros de largo que aún sobrevive en El Museo Capitolino en Roma. El pie formaba parte de una enorme estatua de tipo acrolítico, es decir, el torso era de madera y la cabeza y extremidades de mármol. La escultura era colosal y los pies que quedan de ella son realmente imponentes.
Y es que lo cierto es que los pies de Constantino recorrieron mundo y cambiaron la historia. Sus pasos lo llevaron a reubicar la capital del imperio a Bizancio, ciudad que rebautizó como Constantinopla y adoptar el cristianismo como religión oficial del imperio.
Seguramente Constantino no tenía el pie griego y sus pies quizá no serían bonitos o estéticos pero me los imagino grandes, fuertes y vigorosos, dispuestos a ensuciarse, a lastimarse, a recorrer caminos y abrir brechas.
Los pies delicados, largos, blancos y finos de las estatuas griegas quizá no sean los pies que hacen a un emperador cambiar la historia. No pasan de ser meras representaciones idealizadas de ideas más grandes que la vida misma.
No importa como sean nuestros pies, no importa el orden de tamaño de los dedos, no importa su color o su forma si nos llevan a recorrer caminos de leyendas, si nos sirven para llegar a lugares nuevos, para pisar senderos boscosos y atravesar ríos, si son el vehículo para alcanzar las metas, si el ritmo de sus pasos se acompaña de otros pasos que complementan nuestro andar, si saben guiar nuestros pasos para llegar a Compostela.